Una cosa que no estoy acostumbrada para nada es ir a hoteles buenos fuera de España ya que suelo ahorrar por todos los lados para poder viajar más a menudo.
Sin embargo, esta vez fue una excepción y no porque yo me lo propusiera, sino por las circunstancias en la que fui a Bélgica. Mi marido fue allí por trabajo con gastos pagados durante una semana, así que yo en el último momento me apunté; eso sí, no me colé en la habitación como hubieran hecho otros sino pagué la diferencia por dormir dos en la habitación de mi pareja y por el desayuno (la comida y la cena la realizaba fuera).
Mientras él trabajaba, yo me iba de turismo por la mañana a lugares que nunca había visto antes (todas las entradas anteriores) y por la tarde iba con él a dar un paseo para que viera lo más importante de la ciudad porque no le daba a tiempo a más.
Bueno, pero la entrada de hoy va sobre el hospedaje, así que no me desvío del tema.
A él le dieron una habitación en el hotel NH Brussels Louise, en pleno centro de Bruselas, prácticamente desde allí podíamos ir andando a todos los sitios importantes. Era una gozada porque además de estar céntrico, estábamos en una zona clase alta a nivel económico por lo que nos sentíamos más seguros a la hora de salir.
Al entrar hay un recibidor enorme con un mostrador donde están los recepcionistas siempre atendiendo con una sonrisa. Además, eran políglotas, por lo que nos podíamos comunicar sin problemas ya fuera en español, inglés o francés (los idiomas que ambos dominamos).
Si se continua por el pasillo se va a dar con el comedor que era muy grande y servían para desayunar buffet libre con una gran variedad de cosas de diferentes países. ¡Se me cayeron las lágrimas al ver jamón serrano! ¡Qué ilusión me hizo! (aunque luego vi que ponía origen italiano...). Cierto es que cuando yo bajaba a desayunar era la peor hora puesto que siempre estaba lleno por los trabajadores de las empresas que había allí, pero yo quería aprovechar el día por lo que no me importaba desayunar con ellos.
La habitación era bastante grande con un ventanal impresionante ya que por ahí entraba muchísima luz natural y apenas hacía falta usar la artificial, cosa que yo agradezco mucho. No echaba de menos nada: una cama enorme, un buen escritorio, mesitas de noche, sillas, butacones, nevera, armario con perchas, baño grande, una ducha amplia, champú, gel, gorro, pañuelos, vasos, secador,... ¡incluso una cafetera y una tetera! Cierto es que estábamos la mayor parte del tiempo fuera (como suele suceder cuando viajamos) y que disfrutamos la habitación para dormir pero aún así impresiona.
Me llevo muy buen recuerdo de este sitio.
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