Hoy vengo a contaros una cosa muy personal y que quizá vosotros no hayáis notado en el blog puesto que no se ha interrumpido en ningún momento porque suelo tener alguna entrada de forma programada ya que son tantas cosas a relatar que muchas veces me puede el ansia y escribo fuera de los sábados y domingos para tenerlo ya preparado para que salga cuando yo quiera.
Este 2018 no ha empezado muy bien para mí ya que lo hice con un simple resfriado que supuestamente se me curó en una semana.
Sin embargo, a mediados de enero, empecé a encontrarme bastante mal achacándolo a una gripe bastante fuerte. De hecho fui tres veces al médico y fue lo que me diagnosticaron... Pero mi fiebre no bajaba nunca de 38 ni con paracetamol ni ningún otro medicamento. Cada vez iba a peor sin saber por qué.
Finalmente, fui al hospital donde me dijeron que era una neumonía bastante grave aunque yo seguía sin entender algunas cosas de las que ocurría y no estaba relacionado con lo que me diagnosticaron... Me quedé ingresada, me sacaban sangre cada poco tiempo, me hicieron demasiadas preguntas, el color de mi piel cambiaba constantemente (amarilla, gris, verde, etc... parecía un monstruo), no podía levantarme de la cama, mareos continuos, necesitaba ayuda hasta para ir al baño y bajarme los pantalones...