Cuando fui a Cantabria hace unos meses hubo dos cosas que me encantaron: una fue la ciudad Comillas y otra la Península de la Magdalena. Hoy voy a hablar de esta última en mi entrada.
He conocido mucho mundo fuera de España (no he escrito todos los viajes anteriores al año 2.011, son demasiados y me tiraría toda una vida para contar mis anécdotas), pero lo que no me imaginaba es que había un lugar tan maravilloso en Santander.
Según me iba acercando a la zona con el coche para aparcar, más me entusiasmaba. Y cuando entré dentro de la península andando, pensé: "¡Qué fabuloso! ¡Me encanta!". Hice muy buen tiempo y además era un atardecer precioso. Lo que más me apetecía era comer un helado mientras descubría ese nuevo bosque encantado; y así hice, lo compré y me puse a dar un paseo.