Es el ejemplo más sobresaliente de palacio del siglo XVI y el más suntuoso que se puede visitar en Sevilla después de los Reales Alcázares. Se encuentra presidiendo la plaza de Pilatos, en la zona que antaño ocupó la población judía de la ciudad. Se estima que fue levantada sobre un antiguo palacio expropiado a uno de los rabinos de la Judería, hecho que constata la similitud de la planta del edificio con casas judías de los siglos VII y VIII.
Fue mandado construir a finales del siglo XV por Pedro Enríquez, adelantado mayor de Andalucía, y su esposa, Catalina de Ribera, pero la mayor parte del palacio se debe a su hijo Don Fadrique, que lo impulsó fuertemente al aregreso de un viaje que realizó a Jerusalén en 1519, y al que se debe en gran parte el nombre que recibe el palacio porque Don Fadrique fue el primer marqués de Tarifa en Tierra Santa, y en Sevilla se extendió la idea de que la casa era una copia de la del pretorio Poncio Pilatos.
Otra explicación para la procedencia del nombre se basa en que la puerta de esta casa se encuentra la primera estación de un Vía Crucis (Juicio de Cristo en la casa de Poncio Pilatos), que terminaba en la Cruz del Campo.
En el edificio se ha ido combinando estilos y esta es la razón de que en la actualidad aparezca como un conjunto de superposiciones, que van desde el gótico, mudéjar y renacentista al plateresco. Por su mobiliario, decoración y piezas de arte está considerado como un auténtico museo.
Es destacable la portada, obra de Antonio María de Aprile, realizada en Génova en 1529 por encargo del marqués. En el friso, además de los escudos de la familia, se ve una inscripción alusiva a la peregrinación a Jerusalén.
En el lado izquierdo de la puerta se ve una hornacina de jaspes policromados, con una cruz que data de 1630.
Pasada la puerta hay un patio y a mano derecha se encuentra el apeadero, un añadido de 1750, que comunica con las caballerizas y desde el que se accede al patio principal. Presenta columnas de mármol sosteniendo arcos cubiertos de una espléndida ornamentación mudéjar en yeso. Los zócalos están cubiertos de azulejos del siglo XVI, y en el friso se hallan 24 bustos romanos y renacentistas de operadores y personajes de la antigüedad. En los ángulos del patio se alzan cuatro estatuas , dos de Palas Atenea, una pacífica y otra guerrera, de un valor excepcional, y otras dos correspondientes a la diosa Ceres y a una musa romana, de menor importancia.
A la derecha de la entrada se sitúa el salón Dorado, o del Pretorio, con artesonado de casetones y piñas realizado en 1536 por Andrés de Masa. Frente a la puerta de entrada de este salón hay una verja plateresca. Desde el salón se accede al corredor de Zalimaqui y al jardín Chico, con estanque de reminiscencias pompeyanas. en el pabellón sobre el jardín se agrupa una exposición de estatuas romanas y renacentistas.
El siguiente salón es el llamado Descanso de los Jueces, que ha sido mal restaurado y ha perdido la hermosura de la techumbre pero que conserva el zócalo de azulejos y el friso de yesería. Un arco rebajado conduce a la capilla de la Flagelación, diminuta, y con una acertada combinación de gótico mudéjar. El Buen Pastor que preside el altar es un extraño vestigio de la época visigoda.
Una pequeña puerta del salón de Descanso conduce al gabinete de Pilatos, desde el que se sale al jardín Grande, de gusto italiano, con bustos y estatuas clásicas, del siglo XVI, que aparece cerrado en tres frentes por logias del siglo XVII. La logia de la izquierda contrasta con la armonía del conjunto porque está acondicionada para vivienda de los duques de Medinaceli, actuales propietarios.
A la planta superior se accede por una monumental escalera, que, por la originalidad de su traza, es única de España. Consta de cuatro tamos y está adornada de azulejos irisados y cubierta por una cúpula de lacerías con pechinas mozárabes, realizada en 1537 por Cristobal Sánchez y Antón Pérez. Las galerías altas no suelen mostrarse al público, pero entre sus salones se guarda una valiosa pincoteca con nombres importantes, como Pacheco, Pantoja, Ribera, Lucas Jordán. También se encuentran excelentes copias de un San Andrés y una inmaculada de Murillo, y obras de autores de la escuela de Zurbarán, un pequeño cobre de la serie Tauromaquia, realizado por Goya, y otras obras de sus discípulos.
A la salida, a la izquierda y al fondo de la plaza de Pilatos, se halla un edificio de factura reciente, realizado por Rafael Manzano, arquitecto que propugnó la tendencia del neosevillanismo en los años 70 del siglo XX.
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