sábado, 19 de agosto de 2017

Plaza Virgen de los Reyes (Sevilla, España)

Este punto del itinerario marca un hito porque es el eje del kilómetro cuadrado de mayor densidad de testimonios históricos, superpuestos y de mayor evidencia monumental de la ciudad.
 
El visitante se encuentra ante el Palacio Arzobispal, un bello edificio barroco, reconstruido sobre el solar del primitivo del siglo XIII, del que se conservan escasos restos. Posee una importante fachada barroca, realizada por Lorenzo Fernández de Iglesias en el siglo XVIII.. En el interior se pueden destacar la bella escalera de jaspes, algunos lienzos de los célebres pintores Zurbarán, Murillo, Herrera el Viejo, Valdés Leal y Velázquez.
 
Su riqueza artística fue mermando poco a poco hasta que resultó definitivamente aniquilada después de que el Mariscal Soult lo convirtiera en el cuartel general de las tropas napoleónicas.
 
Fue este un tiempo triste para Sevilla porque saque afectó a importantes casas-palacio, iglesias y conventos, cuyos tesoros salieron definitivamente de esta ciudad para ir a formar parte de museos ingleses y franceses.
 
Frente al Palacio Arzobispal se encuentra el convento de la Encarnación, casi oculto por los naranjos. La capilla ocupa una parte de lo que fuera la mezquita de los Osos, adaptada en el siglo XIV para formar parte del hospital de Santa María.
 
El interior muestra un retablo neoclásico y numerosas esculturas y pinturas de los siglos XVII y XVIII. Estas religiosas venden al público retales de oblea y hostias sin consagrar.
 
En el exterior, rodeando la fachada, se encuentra muy escondida, a mano izquierda, la entrada de un callejón sin salida, que termina en la plaza de Santa María una de las más secretas y encantadoras placitas de la ciudad.
 
Desde el centro de la plaza Virgen de los Reyes, dando la espalda a la fuente y a su espectacular farola, se obtiene la visión más insólita de la fachada trasera de la catedral, con las dos puertas que acompañan la cabecera exterior de la capilla real, llamadas de las Campanillas, o de las Palmas, y de la Adoración de los Reyes, más conocida como puerta de Palos porque era por donde se introducían los materiales de las obras. Ambas son de Perrín, góticas con elementos renacentistas, decoradas en el siglo XVI por Miguel Florentín.
 
Se sugiere en este punto una visita, a poder ser nocturna, a la vecina calle Mateos Gago, que arranca de la plaza; su pequeña pendiente ofrece una bellísima imagen de la plaza con la Giralda y la catedral al fondo. Además, es una ocasión para degustar algunas de las más de 100 tapas variadas del bar Giralda, instalado en el número 1 de esta calle sobre el solar de unos antiguos baños árabes; o subir más arriba y aprovechar los vinos únicos, vino de naranja por ejemplo, de una pequeñísima y típica bodega, que se encuentra en la acera de la derecha.
 
Salimos de la plaza virgen de los Reyes dejando la Giralda a nuestra izquierda y el Palacio Arzobispal a la derecha, para adentrarnos en Placentines, pequeño callejón que asciende hasta su encuentro con la calle Argote de Molina, importante vía para acceder a la judería y a la morería.
 
Placentines desemboca en la calle Francos, en cuyos escaparates, y en los de la contigua calle de Álvarez Quintero, aún se encuentran los complementos para la confección de los trajes regionales típicos, los viejos talleres de corsetería a medida, o de telas par alas túnicas, cordones, cirios y demás complementos para confeccionar el hábito morado, que algunos sevillanos se imponen en cumplimiento de una promesa.
 
De la calle Francos, sale la calle Pajaritos, donde existe una lápida recordando que allí estuvo la imprenta Cromberger, una de las primeras de España.
 

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