Desde la portada de San Fernando se llega al Prado de San Sebastián, recorriendo el recinto ajardinado de la Universidad en dirección a la salida de la antigua facultad de Derecho, en la avenida del Cid, donde se encontrará un monumento ecuestre del Cid Capeador, presidiendo el ensanche. Es una obra donada por Anna Hayt Huntington par al Exposición Iberoamericana.
Este parque, que ha sufrido muchos trabajos de acondicionamiento, recibe el nombre de Prado de San Sebastián y es uno de los enclaves más siniestros de la ciudad no solo porque bajo su suelo existen dos viejos cementerios, el de los Pobres y el de San Sebastián, que se colmaron de restos con las epidemias del siglo XVII, sino porque aquí estuvo el quemadero de la inquisición, que azotó a las familias durante 300 años y que no se ocultó de la vista de los sevillanos hasta 1809, año en que se decidió enterrarlo justo a los pies del caballo del Cid.
Con estos antecedentes no parecía un lugar muy apropiado para un festejo pero lo fue y con el mayor de los éxitos, ya que aquí se celebró la primera feria de abril sevillana en 1848.
Uno de los momentos de más brillo vividos en esta glorieta tuvo lugar con motivo de la inauguración de la Exposición Iberoamericana de 1929 porque fue aquí donde se instalaron las dos torres metálicas, de 30 metros de altura, que iluminaron el parque y los pabellones con la potencia de 200.000 bujía, que se sumaban a las que surgían detrás de las estatuas, fachadas o setos. El resultado fue espectacular para la época y las crónicas difundieron el montaje como el de "la ciudad de la ilusión".
Este diseño de iluminación fue idea de Anival González, el arquitecto de la luz y la alegría, que se mostró siempre partidario del empleo del color como base esencial de la arquitectura.
Antes de abonar la plaza, aún en los terrenos del Prado, se puede observar el pabellón de Portugal uno de los 117 edificios que fueron construidos para la Muestra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario