Emblemático edificio que puede presumir de ser uno de os palacios reales que más reyes ha acogido entre sus muros. Desde se construcción por Abd al-Rahmann III, a principios del siglo X, ha sido la residencia oficial de reyes moros y cristianos.
Las obras más importantes que se realizaron en el Alcázar en época musulmana son de los siglos XII y XIII. Por aquel entonces su murallas alcanzaban la mezquita mayor de Isibilya, la Torre de la Plata y la Torre del Oro. El corpus de este edificio es un conjunto de salas y palacios que han sido construidos a lo largo de la historia de la ciudad, por las culturas más significativas desde la Edad Media. De entre todas ellas predomina el estilo mudéjar, el islámico y el gótico. Tras la reconquista de la ciudad por Fernando III, fue su hijo Alfonso X el Sabio quien llevó a cabo las primeras reformas, sin embargo, la ampliación más importante la realizó Pedro I el Cruel o el Justiciero, quién proyectó un nuevo palacio. En aquellas obras tomaron parte los mejores artistas provenientes de Toledo y Granada, en su mayoría mudéjares, y prueba de su labor, la observamos cuando se recorren sus salas y estancias, distribuidas en dos niveles. La planta de arriba está reservada para las visitas del rey.
Especialmente bellos son el patio de las Doncellas y el patio de las Muñecas. En ellos se puede apreciar la combinación del arte mudéjar y mozárabe, siguiendo un estilo renacentista en cuanto a la composición arquitectónica. Por aquí deambulaban los emisarios de otros países que el rey recibía en audiencia. Para recibirlos, pero también para deslumbrarlos se construyó el espectacular salón de Embajadores, cuya decoración en los techos y las paredes, merecen especial atención. Probad a imaginar el ambiente que se respiraba durante los siglos XIII, XIV y XV.
Los jardines del alcázar son parte fundamental del mismo. A lo largo de los siglos han sufrido profundas transformaciones, que han desvirtuado su trazado primitivo, pero a pesar de ello aún llaman la atención por su belleza y encanto. Los más próximos al palacio fueron realizados en época renacentista, y se encuentran divididos por muros decorados con fuentes y portadas manieristas. La frondosa vegetación se mezcla con un diseño estudiado del laberinto; los baños de Doña María de Padilla o la Galería del Grutesco, dan una idea de lo que fueron.
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