Continuando por la calle Dos De Mayo se pueden ver: el edificio de la Jefatura de Artillería, la iglesia de San Jorge y el hospital de la Santa Caridad, tres edificaciones realizadas sobre el solar de las históricas atarazanas. Las tumbas, que se ven en la acera protegidas por una barandilla, pertenecen a los hermanos de la Santa Caridad distinguidos por su servicio a los pobres del Hospital. Los nombres que figuran en las lápidas pertenecen a ilustres familias sevillanas porque esta hermandad fue la que más atrajo a la aristocracia sevillana, que sigue prestándole servicios y utilizando la capilla para las bodas.
El origen de la Iglesia de San Jorge se encuentra en la historia de un hombre llamado Pedro Martínez, que fundó por esta zona la cofradía de San Nicolás. La misión que se impuso a sí mismo fue la de enterrar los cadáveres que arrojaba la corriente del río. Poco a poco se hizo cargo también de dar sepultura a los ajusticiados y a los cargadores del puerto que sucumbían ante las ínfimas condiciones de trabajo. Se le conoció como Pedro de la Caridad, y consiguió que le cedieran la antigua Capilla Real de las atarazanas, que primero se llamó San Nicolás y posteriormente San Jorge.
El Hospital de la Caridad, fundado por Miguel de Mañara, merece especial atención porque se estima que es, junto al Museo de Bellas Artes y la catedral, una de las mejores pinacotecas de Sevilla.
Consta de tres salas, que se hicieron aprovechando las viejas naves góticas de las atarazanas.
El acceso al edificio, que sigue siendo asilo de ancianos, se hace a través de un lugar patio, rodeado de arcadas y dividido en dos tramos cuadrados mediante un pasadizo volado sobre columnas. En el centro de cada uno de estos espacios se encuentran dos fuentes de mármol, de factura italiana, coronadas por grupos de la Misericordia y la Caridad. El patio, obra de Leonardo de Figueroa concluida en 1682, comunica con las tres salas; sus paredes están adornadas con siete panales de azulejo holandés donde se representan escenas bíblicas.
Desde el patio, a través de una pequeña dependencia en el ángulo izquierdo, se llega a la iglesia, cuya fachada presenta tres cuerpos de altura, de gran simplicidad constructiva. Los recuadros de azulejos, que figuran en los pisos superiores, representan a San Jorge, Santiago, la Fe, la Esperanza, y la Caridad. Se dice que los dibujos son de Murillo, amigo íntimo de Mañara. En el muro, a la derecha de la fachada, se encuentra la placa conmemorativa de la fundación de las atarazanas.
El interior del templo es sencillo y consta de una sola nave con cuatro bóvedas de medio cañón y una pequeña cúpula antes del presbiterio.
Destacan los conjuntos de yeserías que adornan las bóvedas, y el de pinturas al fresco, obra de Valdés Leal, que aparece decorando las paredes del espacio anterior al presbiterio.
Miguel de Mañara programó el revestimiento del interior de la iglesia para que se entendiera el mensaje de que el cristiano solo puede conseguir la salvación eterna a través de la caridad. Para comprender este este discurso hay que comenzar contemplando las pinturas de los muros laterales, que se encuentran bajo el coro; son las célebres postrimerías de Valdés Leal, dos obras maestras realizadas entre 1371 y 1372, que ilustran la esencia del Libro de la verdad, titualdas in ictu oculi, esto es en un abrir y cerrar de ojos, porque es así como llega la muerte, y Finis gloriae mundi, impresionantes ambas por su realismo exagerado y sombrío; la alegoría continuaba con un conjunto de cuatro pinturas de Murillo, cuyos originales fueron sustraídos en 1810 por el mariscal Soult, situadas donde ahora se contemplan los cuatro paisajes bíblicos atribuidos a Miguel Luna y que rompen el primigenio sentido iconográfico; terminado el mensaje con los lienzos de Murillo El milagro de la multiplicación de los panes, El milagro de las aguas de Moisés y su última obra de la serie Misericordia, que se encuentra en el retablo mayor.
El retablo mayor, iniciado en 1670 con trazas de Bernardo Simón de Pineda, es uno de los más fastuosos de la estructura española; está presidido por una representación del Entierro de Cristo, una de las mejores obras de Pedro Roldán, realizada entre 1670 y 1674. A ambos lados aparecen esculturas de San Jorge y San Roque, y en la parte superior la Fe, la Caridad, y la Esperanza. En el lado izquierdo del Presbiterio se encuentra una escalera que conde a la cripta donde yace el fundador.
En el muro derecho se encuentra otro Murillo, realizado en 1662, con la imagen de un San Juan de Dios transportando a un enfermo, y en el que el rostro del santo es un retrato de Mañana. A continuación se contempla otro retablo, de Bernardo Simón de Pineda, con una Anunciación, también de Murillo.
Destaca el diseño del púlpito de hierro, coronado por una escultura de la Caridad, de Pedro Roldán. El animal monstruoso, que aparece bajo la escalera simbolizando el mal vencido, es obra de Bernardo Simón de Pineda. En la parte superior del retablo se encuentra un Niño Jesús de Murillo, que destaca por ser uno de los más bellos prototipos infantiles del pintor. En el retablo siguiente se encuentra la escultura del Cristo de la Caridad, de Francisco Antonio Gijón, de la que se afirma que patetismo que transmite el Cristo es difícilmente superable.
El retablo de San José es obra también de Bernardo Simón de Pineda, y la escultura central, de Cristóbal Ramos. En el remato se contempla un San Juan Bautista niño, pintado sobre tabla, de Murillo.
En un recoleto patio interior muy próximo al principal se encuentran los rosales traídos por Mañara en 1671, que se mantienen intactos sin cambio de tierra ni ubicación desde hace más de 300 años.
En la salida del Hospital se encuentra una pequeña pilleta del siglo XVII, apenas perceptible, que se colocó ahí por orden del fundador para que pudieran beber los perros sedientos.
En el exterior, frente al edificio, se puede observar una estatua del fundador, firmada por el escultor sevillano Antonio Susillo.
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