Cuando llegamos al aeropuerto de Male, ya era muy tarde para coger un ferry o lancha hasta ir a la isla donde nos íbamos a alojar, así que nos quedamos allí.
Eso ya lo sabíamos desde que organizamos el viaje, así que siendo previsores buscamos un hotel con cena, desayuno y wifi para un solo día. Después, cogeríamos el primer barco y nos iríamos a Ukulhas que es donde realmente íbamos a pasar el final de nuestra la Luna de Miel.
Fue pisar tierra en Male y por poco nos da cualquier cosa: veníamos abrigados de Japón puesto que allí hacía fresquito y en Las Maldivas muuuuuuuuuuucho calor y demasiada humedad. Vestidos como íbamos teníamos que encontrar el hotel y cargados con las maletas. ¡Fue horrible! La ropa se iba pegando poco a poco a nuestro cuerpo cociéndonos al baño María. Pero lo no es esto que os estoy contando, no:
Para llegar a nuestro alojamiento, teníamos que caminar unos 500 metros y cruzar tres calles. ¡Bueno yo lo llamo cruzar pero no es así! No hay aceras, íbamos por la calzada y los coches y las motos son los que esquivan a los peatones. ¡Yo pensaba en ese instante que me moría allí! Tenía la sensación de que me iban a atropellar en cualquier momento. Pasaban cientos de automóviles y por todos los lados. Aun no tengo claro si conducen por la derecha o por la izquierda porque venían en ambos sentidos en todos los carriles. ¡Un espanto!
En España se conduce mal, en Italia peor, en Marruecos superaba a este último, pero lo de Male es que no tiene nombre ni definición: un caos total.
Fue un alivio entrar en el pequeño hotel que escogimos y pudimos respirar a gusto.
Se llama Skai Lodge y está bastante bien para lo que nosotros queríamos. Las camas eran cómodas, la habitación amplia (a lado de Japón, cualquier hospedaje es grande), una mesa de escritorio y otra más pequeña con café y té, televisor y un cuarto de baño. Desde mi punto de vista, es ésto último es lo que menos me gustó porque parecía muy dejado y viejo.
La cena estuvo muy bien porque te dan una amplia carta para cenar donde puedes elegir cualquier cosa. Y el desayuno aunque no era buffet también estuvo genial porque era enorme: muchas tostadas, fruta, huevos, mantequilla, mermelada, café y zumo de naranja. Todo venía en cantidades industriales así que terminamos demasiado llenos.
Cuando se nos acabó el poco tiempo que estuvimos allí, teníamos que coger de nuevo las maletas y poner nuestras vidas en peligro con las maletas para llegar al puerto y coger el barco. Fueron 20 minutos eternos, llenos de dolor y sufrimiento. Desde entonces, no paro de pensar que el índice de atropellos y muertes en carreteras es el mayor en todo el planeta.
De la isla poco os puedo contar porque no la visitamos, simplemente el tramo del aeropuerto al hotel y de este al puerto. Se veía que había mucha gente y estaba muy viva, pero también he de decir que los edificios por fuera parecían muy abandonados y dejados. Creo que no se molestan en arreglar fachadas.
Lo que más me llamó la atención es la pachorra que tienen para hacer cualquier cosa. ¡Había que tener paciencia para que te atendieran! ya que no era en el momento sino cuando a ellos les parecía bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario