Tras estar en Male durante escasas doce horas, por fin tomamos un ferry hacia Ukulhas. Cogimos el exprés ya que tardaba una hora y poco (el resto era más de cinco horas) y hacía menos paradas.
Las vistas desde el transporte son alucinantes tanto cuando uno se aleja de las islas en las que se paraba como cuando se acerca. Se visualizan cada una a lo lejos con unas aguas turquesas preciosas y cuando se está en los puertos se puede disfrutar de cada uno de los sitios de más cerca. ¡Me encantó!
Un pequeño consejo: id con el estómago vacío porque el barco se mueve sobretodo al atracar para que suban y bajen los pasajeros. Por lo que es fácil marearse.
Cuando por fin llegamos a Ukulhas, nos sorprendió mucho porque parecía un pequeño paraíso en la jungla (toda la playa estaba rodeada por la vegetación que hay en la foto). Cierto es que no había cabañas en el mar como en otras islas, pero a nosotros eso nos daba igual; simplemente queríamos relajarnos, disfrutar del todo incluido y que nos hicieran todo sin tener que preocuparnos de tareas domésticas.
Unos chicos del hotel vinieron a buscarnos al puerto para llevarnos las maletas y guiarnos el camino hacia la entrada. Mientras andábamos me di cuenta de una cosa, las pocas edificaciones que había (exceptuando hoteles) estaba un poco abandonado a nivel de arreglos: pintura descorchada, paredes que están medio que se caen, etc. Pero no me importaba encontrarme esas cosas así, de esta manera descubrí muchas cosas de los habitantes de este sitio.
El hotel que reservamos se llama Beach Residence y lo cogimos a través de booking con la opción de todo incluido (sinceramente, creo que en este caso todo incluido y pensión completa es lo mismo porque no había más cosas fuera de las tres comidas diarias, así que si lo escogéis, podéis hacerlo con la opción más barata de estas dos porque así os ahorráis dinero por la misma cosa).
Según llegamos, nos dimos cuenta que allí se anda descalzo por dentro y se dejan los zapatos fuera para no manchar el suelo. Así que eso hicimos todos los días (eso sí por la habitación estábamos en zapatillas de andar por casa).
Nos recibió el dueño del alojamiento para indicarnos cómo funcionaba todo allí y para pedirnos disculpas porque iba a ver mucho ruido porque estaban construyendo más habitaciones para ampliar el sitio. También nos comentó que podíamos decirle cuando nos estaban molestando los obreros y que paraban de hacer la obra (nunca llegamos a este punto).
El tema de las comidas había que reservarlo previamente con bastante antelación para que la tuvieran hecha a la hora que queríamos comer. Había que rellenar un formulario con el desayuno, la comida y la cena donde se indicaban los alimentos, bebidas, la hora y el lugar (podíamos elegir en la terraza, en el recibidor, en la habitación o en un restaurante). Al estar tanto tiempo, solíamos repetir de comidas y eso cansaba porque no había mucha variedad.
La habitación estaba bastante bien aunque echaba en falta algunas cosas. Teníamos dos mesitas de noche, una a cada lado de la cama, una mesa grande, una silla, una nevera, un mini armario, una tele (pero no se podía ver porque no tenía un cacharro tipo TDT por lo que siempre la tuvimos apagada), un baño bastante pequeño con váter, lavabo y una ducha (sin plato ni cortina o mampara, por lo que se salpicaba en todos los sitios).
Estábamos muy contentos de estar allí, así que lo primero que hicimos fue dar un paseo por toda la isla para reconocer cada sitio. Era muy pequeña y enseguida nos plantamos en la otra punta (unos diez minutos andando muy lento).
La playa estaba a 10 metros escasos pero en ningún momento podía pasear ese pequeño pasillo en bañador o bikini porque es una falta de respeto hacia los habitantes; pero sí podía estar así tranquilamente en la arena paseando por la orilla o tumbada tomando el sol.
Nos llamó especialmente la atención la cantidad de cangrejos blancos y cangrejos ermitaños que había en la orilla. Muchas tardes nos pasábamos en una tumbona mirando lo que hacían y en ocasiones mi pareja se ponía a perseguirlos (hasta que éstos acababan en el agua para evitar el estrés de ser perseguidos). Era muy gracioso observarlos. ¡Incluso vimos un tiburón pequeño!
La playa podía dividirse en dos zonas: la de coral que era muy incómodo pisar y la lisa y llena de arena que daba a gustito. Se podían diferenciar bien por los diferentes azules que había en el mar: turquesas, verdes, azules, etc. Además, enseguida uno podía hacer snorkel y ver animalitos muy bonitos y plantitas precisas.
La verdad es que tuvimos muy mal tiempo y eso que no era época de lluvias, pero el cambio climático está afectando mucho en todos los sitios. Solo tuvimos sol durante un día y medio donde pudimos aprovechar a hacer algunas de las actividades que nos ofrecían en el hotel y a bañarnos en las aguas cristalinas.
Una mañana nos hicieron levantarnos muy temprano por el entretenimiento que habíamos escogido: ver mantas. A las 7 a.m. cogimos la lancha con uno de los chicos del hotel y con un conductor y nos llevaron a mar abierto (aún nublado y con el mar un poco revuelto) para ver a las mantas. La lancha no hacía más que dar botes por las olas y para mí siempre aparecía y desaparecía el horizonte por lo que fue muy fácil marearme durante todo el rato.
Una vez que llegamos allí, mi pareja y el empleado del hotel se bajaron y se bañaron con las mantas. Yo no lo hice porque estaba resfriada y estaba a punto de echar la primera papilla.
Después de estar allí una hora, nos llevaron a otro sitio para hacer snorkel y ver animales diferentes: tortugas, pulpos, pequeños tiburones,... ¡una pasada que yo me perdí!
Esa misma tarde, mi pareja se fue también a hacer submarinismo, yo a pesar de tener el carné de buceo e ilusión no estaba en condiciones para poder hacerlo. ¡Fue una pena!
Lo pasamos muy bien y me gustaría repetir la experiencia para poder así cumplir mi sueño de bañarme con tiburones. Tendré que esperar a que se presente la oportunidad de nuevo (no sé cuando será y si va a ser posible).
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