Durante nuestra estancia en Tokio, nos alojamos en otro APA Hotel como en Kioto, también con desayuno incluido.
Según entramos vimos que la entrada era bastante más amplia que en Kioto, así que pensamos que la habitación iba a ser un poquito más grande, pero... ¡qué equivocados estábamos! Era bastante más pequeña ¡qué decepción! de nuevo teníamos que estar uno en la cama, para que el otro pudiera cambiarse o ir al baño ya que no cabíamos dos en el estrecho pasillo.
Si, es verdad que teníamos de todo (menos armario), pero el problema era el espacio para moverse: cama, escritorio (enorme), silla, televisor, neverita, paquete de pañuelos, bolígrafo y papel. El cuarto de baño también era muy completito: bañera (pequeña), váter de los que te limpia todo todito, lavabo, champú, gel, suavizante, cepillo de dientes, pasta de dientes, cuchilla de afeitar con su espuma, gomas del pelo, pañuelos, gomas del pelo y bastoncillos. Además, todos los días nos ponían kimonos y pantuflas.
Desde mi punto de vista, todo estaría muy bien si fuera más grande la habitación, sino algunas cosas sobran... como el escritorio que ocupa un montón, lo pondría de la mitad de tamaño.
La cama no era muy cómoda, de hecho era como una montaña. La cima estaba en el centro y las orillas estaban como inclinadas hacia el suelo. Nos peleábamos para no caernos incluso mientras dormíamos porque sin querer (en sueños) rodábamos un poco hacia abajo. ¡Bastante incómodo para caer en los brazos de Morfeo!
El desayuno tampoco estaba muy allá porque había bastante menos variedad que en Kioto y al final solamente podíamos tomar una cosas que había porque el resto no nos gustaba (recuerdo que no somos muy amigos de la comida asiática en general). Al final, acabamos un poco hartos.
He de destacar, dos cosas buenas que encontramos:
- La educación y la simpatía de los trabajadores del hotel. ¡Eso nos encantó! Estaban muy pendientes.
- La botella de agua que todos los días nos dejaban en la habitación de forma gratuita.
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