Desde que anunciaron que en Madrid iba a haber una exposición sobre Harry Potter, no dudé que quería ir ya que me considero muy fan de la saga ya que crecí con ella y fui leyendo cada parte a medida que iba saliendo.
Tardamos unas semanas en coger las entradas porque estábamos bastante liados y nos costaba sacar un hueco. Finalmente, decidimos ir en vacaciones, un día entre semana pensando que iba a haber menos personas: el martes 2 de enero de 2018. Así íbamos a comenzar el año; haciendo algo que realmente me apetecía muchísimo.
Con mucha ilusión (y algo resfriada), cogimos el coche y nos fuimos al IFEMA cuando llegó el día que habíamos reservado.
Lo que pensábamos que iban a ser 1 ó 2 horas de diversión y viendo cosas que nos gustaban se convirtieron en ahogo, sufrimiento y agobio; y para ello pagando 42 euros (21 cada uno).
Nada más llegar nos encontramos con una cola enorme en forma de zigzag para la misma hora reservada que nosotros; donde tuvimos que esperar más de 20 minutos para entrar.
Una vez que pasamos esa barrera, nos metieron en una sala durante 5 minutos para explicarnos qué era lo que nos íbamos a encontrar dentro de la sala de exposiciones. ¿Cuál era el problema aquí? Que se escuchaba poco si estabas en la parte de atrás.
Poco a poco, nos fuimos adentrando a los oscuros pasillos que nos conducían a lo que queríamos. Digo oscuros, porque estaba todo muy poco iluminado intentando dar ambiente (las películas también son así pero se ven bien) pero el problema es que no se podían leer los carteles de información en esa penumbra. ¡Era muy difícil! Había que esforzar mucho la vista.
Cierto es que lo que había dentro era alucinante: trajes de cada uno de los personajes, varitas mágicas, objetos utilizados para los hechizos o deportes, etc. Tenía una decoración espectacular que apenas se podía apreciar por la falta de luz y porque había demasiada aglomeración. Para llegar a ver cualquiera de las cosas que había, teníamos que esperar 10-15 minutos para encontrar un hueco en todos los rincones.
Muchos adultos fueron con sus niños. Todo eso está muy bien, yo no me quejo por ello sino fuera porque muchos de éstos iban forzados y sin saber a lo que iban, molestando a los que realmente sí estábamos interesados. Eran los adultos los que mostraban más interés en fotografiar a sus pequeños junto a los objetos de la exposición que los propios infantes que querían irse porque estaban desesperados por salir de allí. ¡Es mejor no hacerles esto!
Como podéis ver no lo pudimos disfrutar como nos hubiera gustado, entre tanta gente, niños haciendo de todo para salir y la poca iluminación.... nos chafaron una cosa que nos hubiese encantado.
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