Como os comenté en la entrada anterior, nuestra aventura en la Luna de Miel comenzó con un tifón y gracias a él tardamos llegar al hotel 5 horas desde el aeropuerto de Osaka en lugar de hora y media.
Os podéis imaginar cómo estábamos cuando llegamos al alojamiento: agotados, enfadados, empapados, etc. ¡Fue bastante horrible! Y, según, traspasamos la puerta de cristal que había en el Apa Villa Hotel Kyoto-Ekimae fue como un gran alivio que nos hizo cambiar un buen humor: un lugar calentito que según nos vieron, corrieron a traernos unas toallas para secarnos bien y no pillar un constipado. Además, con una gran sonrisa nos hicieron el check-in para acudir rápidamente a nuestra habitación y ponernos cómodos.
Nos llevamos una gran sorpresa, porque esperábamos que un hotel de estrellas tendría una habitación más o menos normal de espacio; pero no fue así, apenas nos podíamos mover a la vez. Mientras que uno estaba en la cama, el otro podía moverse y viceversa. ¡Demasiado estrecho!
Lo que sí puedo asegurar es que teníamos de todo: un gran televisor (ocupaba casi todo el escritorio), nevera, mesa, silla, un váter que limpia las partes íntimas del cuerpo, lavabo, ducha-bañera, todo tipo de artilugios de baño, kimonos y zapatillas; aparte de wifi, aire acondicionado y calefacción. Solo eché de menos unas mesitas de noche, pero... ¡no cabían!
Una cosa que yo llevo muy en Asia es la comida general. ¡La tengo mucha manía desde que fui a China hace un montón de años! Y aquí, en Japón, no iba a ser menos... En nuestro régimen de comidas, sólo cogimos el desayuno y lo pasé bastante mal porque no me podía salir de dos cosas (huevos y salchichas) porque el resto era comida japonesa y que no me entraba ni por la vista: sopas, sushi, salsas raras, etc. De beber solo había té, café, leche, agua y zumos de frutas extraños (no me gustaron nada).
El hueco para desayunar era un cuchitril muy pequeño que no cabíamos todos los huéspedes del hotel y se llenaba con diez personas, si había más, teníamos que esperar fuera a que se despejara un poco.
Independientemente de las incomodidades que había en la habitación y en el bufé, el trato con el personal era más que excelente. Se desvivían para complacernos.
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