domingo, 30 de julio de 2017

Macarena y otros conventos (Sevilla, España)

El barrio de la Macarena es uno de los menos afectados por el éxodo y la desmembración social que supuso el derribo de las casa antiguas.

Es, además, el núcleo de la urbe que mejor mantiene sus señas castizas y en el que aún persiste un habla peculiar, lleno de giros y contracciones, que fue adoptado por el resto de la ciudad.

Se afirma que durante la dominación romana ya existía aquí un núcleo de población. De hecho, todos los indicios apuntan a que el nombre procede de Macaria, hija de Hércules, en cuyo honor se construyó esta puerta de la ciudad del Betis. El barrio alcanza entidad administrativa bajo el reinado de Carlos III con la repartición llevada a cabo por el asistente Olavide, que lo diferencia como uno de los cinco arrabales que circundaban los cuatro cuarteles, o barrios principales.

El itinerario comienza en la ronda de Capuchinos, ala altura de la ya desparecida puerta de Córdoba, donde se encuentra el único lienzo de muralla que queda de la antigua ciudad fortificada.

La capilla de San Hermenegildo está adosada al paño de muralla que unía la puerta de Córdoba, derribada en 1872, con la puerta de la Macarena. La capilla está levantada sobre el lugar donde, según se dice, fue martirizado el santo rey visigodo.

Detrás se encuentra la iglesia de San Julián. Es un templo de mediados del siglo XIV, con portada gótica y estatuas en el alfiz que flanquea la puerta.

El interior consta de tres naves separadas por arcos ojivales y conserva obras de arte de los siglos XVII y XVIII.

Volviendo a la puerta de Córdoba, de frente y semioculto tras la gasolinera, se ve el convento de los Capuchinos cuya iglesia es de escaso valor artístico pero de gran tradición y culto popular porque, según cuenta la leyenda, en 1703 la Virgen, vestida de pastora, descendió hasta el coro del templo y ordenó a fray Isidoro de Sevilla que predicara la devoción mariana de la Divina Pastora; devoción que cuajó profundamente en toda la provincia, y en Andalucía en general. Como ejemplo baste recordar la famosa Virgen del Rocío de Almonte.

La muralla data del siglo XII. Fue construida por los almorávides sobre los restos de una fortificación romana y, posteriormente, reformada y ampliada por almohades y cristianos. Está realizada en tapial, con cal y guijarros, alcanzando un grosor de 2 metros. El sector está precedido por una barbacana, y desde la puerta de Córdoba hasta la Macarena se suceden siete torreones cuadrados y una torre poligonal, conocida como la Torre Blanca.

El arco de la Macarena se encuentra desligado del muro y muy deformado tras las sucesivas modificaciones que ha sufrido desde el siglo XVI. Su aspecto de arco triunfal, enmarcado en pilastras y rematado con jarrones, corresponde a la obra realizada por José Echamorro en el siglo XIX.

Frente al arco de la Macarena se encuentra el Hospital de la Sangre o de las Cinco Llagas, uno de los edificios renacentistas más importantes y amplios de Sevilla. Tuvo más de 1.000 camas y, aunque nunca terminó del todo, fue el mayor hospital europeo de la época. Sun fundación se debe a Catalina de Ribera, benefactora de la ciudad. La construcción se inició en 1545 a cargo de Martín Gainza pero, como se prologó hasta el siglo XVII, le sucedieron en las obras Hernán Ruiz, Benvenuto, Tortello y Asensi di Maeda.

Sirvió como hospital público tras la desamortización de 1837 y permaneció activo hasta los años 60 de este siglo. En la actualidad es sede del Parlamento Andaluz.

La iglesia es una muestra del manierismo español con portada de Hernán Ruiz en la que se encuentra el retablo mayor, de Maeda, fechado en el año 1601.

Tras el arco o puerta de la Macarena se halla la basílica de la Macarena, templo de fervor popular de Sevilla. El edificio, a pesar de su apariencia barroca, fue levantado entre 1941 y 1949, según proyecto del arquitecto Gómez Millán. En el interior de la basílica se encuentra la célebre y bella imagen de la Virgen de la Esperanza Macarena, arquetipo de todas las dolorosas de Sevilla. Se trata de una talla barroca, de autor desconocido aunque popularmente se atribuye a Luisa Roldán, "La Roldana", porque dicen que solo una gubia de manos de una mujer pudo tallar la soberanía de sus rasgos. El Cristo es el llamado Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, obra de Felipe Morales, de 1654. La Virgen del Rosario data del siglo XVIII y se atribuye a Pedro Duque Cornejo. Es interesante la visita al museo, donde se exponen el tesoro y las joyas de la Virgen.

Junto a la basílica, en la calle San Luis, se encuentra la iglesia de San Gil, del siglo XIII, muy modificada en sucesivas etapas y saqueada en 1936.

El cuerpo de la torre es mudéjar y su campanario, de gusto barroco Son interesantes los alicatados del zócalo del presbiterio, del siglo XIII, y la reja que lo cierra de 1623. Entre sus muros se encuentran obras de los siglos XVII al XX; destacan los lienzos de la nave izquierda, realizados por Juan Espinal en 1770. Posee interesantes muestras de orfebrería cordobesa.

En esta misma calle está la iglesia de Santa Marina, obra mudéjar del siglo XIV, de la que solo se puede contemplar la fachada porque el resto fue destruido en un incendio.

Unos metros más adelante, casi enfrente y contrastando con la austeridad de Santa Marina, se ve la desbordante fachada de la iglesia de San Luis, una de las más impresionantes del barroco sevillano. La construcción la inició Leonardo de Figueroa en 1699 y se concluyó en 1733. Esta fachada, con dos cuerpos, alterna la piedra y el ladrillo y está flanqueada por dos torres octogonales con chapiteles vidriados, que añaden un elemento más a la espectacular policromía del conjunto. El interior, con suntuosa y bellísima ornamentación, presenta pinturas de Lucas Valdés en la cúpula. El retablo mayor, los laterales, dedicados a San Francisco de Borja y San Estanistao de Kostka, y el de la capilla doméstica, de una sola nave y cúpula elíptica en el presbiterio, son obra de Pedro Duque Cornejo.

La prolongación de la calle San Luis se denomina Bustos Tavera, y en la confluencia se ve ya la pequeña giralda cristiana de la iglesia de San Marcos, que da nombre a la plaza.

Por sus líneas arquitectónicas es uno de los templos gótico-mudéjares más interesantes de Sevilla. La combinación de los estilos se ve en la fachada, que tiene arquivoltas góticas y un friso terminado con una red de arcos lobulados dibujando rombos, al modo de sebka, motivo que se repiten en la zona de la alta torre mudéjar. Presenta un aspecto grácil, propio de las iglesias mudéjares sevillanas, y sigue su esquema típico, esto es, separar las tres naves con arcos ojivales. El interior de la iglesia quedó destruido en un incendio. Este templo tuvo dos imágenes de San Marcos, una de Martínez Montañés, que desapareció, y la que se encuentra en la cabecera de la nave izquierda, que es una excelente obra atribuida a Juan de Mesa.

En la calle Socorro se encuentra la iglesia del convento de Santa María del Socorro, de tipo convencional con planta de cajón, muy común en Sevilla a lo largo de los siglos XVI y XVII. Su aspecto original se encuentra muy deteriorado por las sucesivas reformas acometidas en los siglos XVIII y XIX. El zócalo de azulejos que rodea los muros del templo es de 1909. Incluso el retablo mayor barroco de 1630 fue repintado en época neoclásica. Las piezas de orfebrería son escasas pero de gran valor; conserva un cáliz y un copón renacentistas con representación de la inmaculada.

Desde la plaza de San Marcos se llega a la cercana plaza de Santa Isabel, donde se encuentra el convento de Santa Isabel, fundado por una ilustre dama sevillana a finales del siglo XV. Fue sometido a grandes reformas en el siglo pasado porque se convirtió en cárcel de mujeres después de la exclaustración de 1835.

Desde el punto de vista artístico es interesante la iglesia, reconstruida completamente a principios del siglo XVI y con una portada principal, ahora en desuso, que se estima como la principal obra arquitectónica de su tiempo. El retablo mayor es obra de Juan de Mesa y Antonio de Santa Cruz.

A continuación se halla el convento de Santa Paula, con una de las espadañas más bellas de Andalucía. La pequeña portada principal tiene un azulejo de la santa, colocado el siglo pasado en sustitución del original.

Un recogido compás da paso al entorno conventual y a la espléndida portada de la iglesia, realizada en el siglo XV en estilo gótico con elementos mudéjares y renacentistas, en cuya ornamentación colaboraron  Pedro Millán y Niculoso Pisano, responsable de la cerámica.

En el interior, de una nave, destaca el artesonado, realizado en 1623 por Diego López de Arenas. cuenta con dos retablos importantes, uno, de Alonso Cano, dedicado a San Juan Evangelista, con una imagen titular de Martínez Montañés, y otro, de Felipe de Rivas, también con talla de Montañés. El Crucificado es del siglo XV. El museo es un abigarrado compendio de obras de arte de notable interés. Desde la sala San Isidoro del museo se contempla la sobria belleza de un amplio claustro del siglo XVII y la austeridad de otro, mudéjar, más pequeño, ambos dentro de la clausura.

Son famosos los dulces que elaboran las monjas de este convento, especialistas en mermeladas y confituras artesanales.

Por la calle Enladrillada se alcanza la iglesia de San Román, en la plaza del mismo nombre. Es una iglesia estilo gótico-mudéjar, con tres naves de cuatro tramos cada una, cubiertas con artesonado de madera. Se reedificó en 1356, conservándose de la etapa fundacional solamente la portada de los pies, en la que existe un arco apuntado con arquivoltas. La torre es de principios del siglo XVIII y está rematada por un cuerpo de campanas. Es un templo de gran devoción para los gitanos, los cuales acuden a la plaza en la noche del Jueves Santo para acompañar el paso procesional del llamado Cristo de los Gitanos, que sale de esta iglesia.

Siguiendo por la calle Sol, se llega a la iglesia de los Terceros, que preside la plaza del mismo nombre. El templo perteneció a los Padres Terceros de la Orden Franciscana, después pasó a los Escolapios y en la actualidad es sede de una hermana llamada La Cena. La fachada es del siglo XVIII y el interior, del siglo XVII, de una sola nave con cúpula sobre el crucero. El retablo mayor está presidido por un grupo de la Cena, realizado por Ortega Bru. En el coro se encuentra un órgano de trompetería.

Desde los Terceros, volviendo por la calle Bustos Tavera, la primera calle de la izquierda conduce hasta el palacio de las Dueñas, situado en el número 5 de la calle homónima. Es un bello ejemplar de casa palaciega sevillana en la que se combinan las tradiciones romana y musulmana y donde se puede apreciar el modo de entender y vivir la ciudad de las grandes familias. Es una casa del siglo XV en cuya portada hay un escudo de armas en cerámica del siglo XVIII. Traspasada la entrada, se abre el espacio del picadero, rodeado de caballerizas y cocheras, ahora jardín. Al fondo se encuentra el apeadero y, detrás, el imprescindible patio principal, en el cual destacan las yeserías platerescas y la balaustrada de estilo gótico. En esta casa murió Eugenia de Montijo, y en ella nacieron en 1874 y 1875 los poetas Manuel y Antonio Machado, hijos de un elevado empleado de los duques. En la actualidad es propiedad de los duques de Alba y solo se visita si se solicita el permiso por escrito.

Por San Juan de la Palma se llega a la calle Feria, sector donde todos los jueves del año, excepto en Semana Santa, se realiza el célebre mercadillo denominado El Jueves.

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