La primera parada de nuestro tercer día en Córdoba fue en la Torre de la Calahorra, que guarda los acceso del Puente Romano. Fue construida sobre una antigua puerta de carácter romano. En sus orígenes, el conjunto actual estaba formado por dos torres separadas por un arco, pero en el siglo XIV fueron unidas por dos cuerpos semicirculares, adquiriendo entonces el aspecto macizo que ofrece en la actualidad. A partir del siglo XII, la Calahorra tuvo un alcaide, y desde el XVIII sirvió de acuartelamiento. Hasta hace unos años, albergó el Museo Histórico Municipal. Desde mediados de los años ochenta del siglo pasado se constituyó en ella la fundación Roger Garaudy, organización que estableció aquí el didáctico Museo Vivo de Al-Andalus, dedicado a poner de relieve la unión de las diferentes culturas que un día convivieron en la ciudad.
A continuación, cruzamos el puente romano que los cordobeses lo llaman también Viejo, incluso desde la época en que era el único que existía en la ciudad. construido en tiempo de Augusto, formaba parte de la Vía Augusta, y de él solo se conservan los cimientos. Ha sido reconstruido en numerosas ocasiones, siendo la más importante la que llevó a cabo el califa Hixem I. Consta de dieciséis vanos. En la mitad se encuentra, colocada sobre el petril, una imagen del arcángel San Rafael labrada en piedra por el escultor Bernabé Gómez del Río en el año 1651. Según atestigua una inscripción latina, esta estatua fue erigida como muestra del agradecimiento de los cordobeses al arcángel, que protegió la ciudad durante la peste que en esa fecha padeció Córdoba. Una restauración, realizada en 2007, ha embellecido su ya noble imagen, al tiempo que lo ha convertido en peatonal.
Al final del viaducto se encuentra la puerta del Puente, diseñada por el arquitecto Juan Herrera. Esta puerta, la más airosa de la ciudad, fue construida en el año 1571, con sillares almohadillados; sus columnas externas, que imitan el orden dórico, sustentan una cornisa y un ático rematado por un frontón semicircular, en el cual se observa un relieve con el escudo de Castilla sostenido por dos guerreros de la época. En la parte superior del intercolumnio hay dos relieves de Torrigiano y una cartela que recuerda su inauguración por el monarca Felipe II. Actualmente no conserva toda su esbeltez, pues el basamento está hundido bajo el nivel de la calzada que lo circunda. Debido a la reforma a principios del siglo XX, cambió su aspecto de puerta por el de una arco de triunfo, arco que ha recuperado su esplendor con la restauración realizada en 2007. Y mejor imagen va a ofrecer aún cuando concluyan los trabajos de reforma de la calzada, que se están llevando a cabo en la zona de la Catedral-Puente Romano, momento en el que la Puerta recuperará la cota de la calle y del puente, tal y como se encontraba en el momento de su construcción.
A la izquierda de la Puerta se encuentra el triunfo de San Rafael, el más notable de la ciudad. Hay otros muchos en las calles de Córdoba. En todos figura la estatua de San Rafael encaramado sobre el capitel de una columna votiva. Estas variadas y originales representaciones, que son conocidas con el nombre de "triunfos", son conmemorativas de la promesa de salvaguardia ciudadanía que los cordobeses, haciéndose eco de una piadosa tradición, atribuyen al benéfico arcángel.
Después fuimos al Alcázar de los Reyes Cristianos del cual me extiendo mucho en la entrada de mañana así que no os preocupéis si ahora no os pongo nada de información ahora mismo. Solo os adelanto que nos encantó muchísimo y que merece mucho la pena pagar para entrar a verlo.
A la salida, nos dirigimos al Museo Municipal Taurino que está instalado en un caserón del siglo XVI, con bellos patios -destaca el pincipal con el claustro armonioso- y siete salas en donde se exhiben recuerdos taurinos, centrados en los grandes diestros de la tierra: Lagartijo, Guerrita y Manolete.
Nada más pasar la Puerta de Almodóvar, a la derecha, se abre la calle de los Judíos, en cuyas inmediaciones se encuentra la Sinagoga cordobesa. Se edificó en 1315 durante el reinado de Alfonso XI bajo la dirección del arquitecto judío Isaac Majeb.
Es una de las tres que se conservan en España y la única en Andalucía. Se llega a ella a través de un patio de sabor mudéjar, el mismo que tiene el edificio, decorado con bellas yeserías y con inscripciones de salmos hebreos.
En la misma calle, se sube por la del Catedral Salazar, que se abre en una pequeña plaza donde se halla la entrada a la Facultad de Filosofía y Letras, edificio del antiguo hospital del Cardenal Salazar, que el prelado edificó para albergue de enformos graves. Es una obra de principios del siglo XVIII.
En el edificio destacan el primer patio, con un monumental magnolio, y la capilla de San Bartolomé, adosada al edificio y mirando hacia la plazuela de Maimónides, de estilo gótico realizado por mudéjares, con columnas visigóticas, zócalo de azulejos y pato empedrado, en el que sobresale una airosa palmera.
Subiendo la calle de Torrijos, se halla, al a derecha el muro de poniente de la Mezquita (de la cual os hablaré en una entrada aparte próximamente), y, a la izquierda, el Palacio Episcopal, levantado sobre el alcázar visigodo y, probablemente, sobre el palacio de los califas. Sólida edificación del siglo XVII, en la que destaca su patio inicial circundado por una galería cubierta; en el centro hay una fuente con una pila octogonal, rodeada de naranjos y limoneros.
En 1987 se instaló, junto al Palacio Episcopal, el Palacio de congresos y Exposiciones, que ocupa varias edificaciones antiguas entre las que se encuentra el hospital de San Sebastián, construido entre 1512 y 1516 por obra de Hernán Ruiz I.
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