La place de la Bastille está tomada por el tráfico por lo que no es el mejor lugar para recrearse en su trágica historia.
Originalmente, la Bastilla fue una fortaleza construida por Carlos V para defender el flanco este de la ciudad, pero pronto se convirtió en una cárcel para prisioneros políticos. Una muchedumbre de ciudadanos, en protesta contra los excesos de la monarquía, la asaltó el 14 de julio de 1.789, hecho que marcó el inicio de la Revolución Francesa. El odiado símbolo de la opresión fue destruido y en su lugar se alza la Colonne de Juillet, en bronce, de 52 metros de alto y rematada por el Ángel de la Libertad, que honra a todos los que cayeron en las revoluciones de 1.830 y 1.848. Detrás se alza el edificio de la Opéra Bastille, una de las mayores óperas del mundo, inaugurada durante el bicentenario de la Revolución, en 1.989.
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