Un caserío blanco de cal, en una ondulada compiña de altos cerros (El buitre, La Garrapata, El Mármol, La Norieta, etc.), de calles y patios floridos, plazas amplias y recoletas de entre las que emerge la torre puntiaguda de una iglesia del siglo XVI, Santa María de las Virtudes, es la imagen primera que sentimos al llegar a Villamartín, una población que inició su andadura histórica en los primeros años de la Edad Moderna.
La actual ciudad, con sus poco más de 12.000 habitantes que viven de la agricultura, la ganadería y los oficios serranos de la marroquinería y la guarnicionería, que dominan de un modo absoluto, es un pueblo atravesado por el río Guadalete, a 175 metros de altitud, 55 km de Jerez y 22 km de Arcos de la Frontera.
Sus monumentos más relevantes son la iglesia de Santa María de las Virtudes, de tres naves y esbelta torre, construida durante el siglo XVI y que cuenta con un retablo espléndido del XVII en la línea de los grandes retablos barrocos de estilo sevillano.
De Pedro Roldán, el gran escultor, son las imágenes del Misterio de la Asunción, San Pedro y San Pablo y San Joaquín y Santa Ana, y la de San Sebastián con Santa Ana, copatronos de la villa.
La iglesia de San Francisco, realizada durante el reinado de Fernando VII en 1828, con artístico retablo rococó, y la iglesia de las Angustias, de interesante retablo e imágenes de Jesús Nazareno y la Virgen de los Reyes, completan la importante muestra de arquitectura religiosa de Villamartín. El palacio de los Ríos y la casa-palacio de los Topete, en la antigua calle de la Vera-Cruz, son quizá sus edificios civiles más sobresalientes.
El conjunto dolménico de Alberite, pago situado a 4 km al sur del núcleo urbano, que domina un fondo de valle entre el piedemonte de la sierra gaditana en su vertiente occidental y la cuenca fluvial del río Guadalete, posee un interés extraordinario no solo desde el punto de vista prehistórico sino del potencial arqueológico de la provincia toda, que ya cuenta con yacimientos esenciales de épocas históricas.
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