Desde que fui por primera vez a Estados Unidos, en el año 2005, me llamó mucho la atención una cosa llamada patchwork. La madre de la familia que me acogió, tenía una boutique donde vendía las cosas que hacía ella con esta técnica. Cuando la visité un día, me quedé alucinada, había cosas preciosas. Me fascinó tanto que me dije, cuando acabe mis estudios de instituto y la universidad, entonces me pongo a ello como medio de distracción.
Y, así hice (como mencioné en la entrada anterior) cuando terminé la universidad me apunté a dos cursos: uno de inglés y otro de patchwork. El primero lo elegí porque quería practicar la conversación; y el segundo fue porque ya quería empezar a aprender lo que tanto me llamó la atención en el país americano.
Primero me informé de los precios de clases en diferentes sitios de tiendas de manualidades que es en donde se suelen impartir las clases. Me parecieron un poco caras, por lo que busqué en algunas páginas de ofertas y por fin encontré una que me gustó en Groupalia. Así que lo compré. El curso se impartía en la tienda de manualidades Ch'Art Manualidades, duraba un mes y los materiales estaban incluidos en el precio.
En mi primer clase iba muy ilusionada pensando que iba a ser fácil, pero estaba equivocada, no es nada fácil; más bien relajante. Era la primera vez que cogía una aguja e hilo, no sabía para qué servía el dedal ni dónde colocarlo. Era una autentica novata en el tema de costura (menos en el ganchillo, punto de cruz y punto), menos mal que empecé de cero y la profesora me enseñó todo lo necesario para empezar. El primer trabajo que hice fue un costurero (actualmente lo uso mucho).
Durante el verano, nos juntaban a todos los alumnos que acudían a las diferentes manualidades en el mismo horario porque éramos pocos; por lo que íbamos todos juntos. De esta manera, pude ver las cosas tan bonitas que hacían: cuadros, scrapbooking, miyuki, encaje de bolillos, relojes,... todas las cosas que vi eran auténticas preciosidades . Me quedé fascinada y sorprendida.
Cuando finalizaron las clases, me quedé tan contenta que quería más, así que compré telas de algodón, el juego de reglas, hilos, agujas, dedales,... y me puse a hacer una manualidad que vi en la tienda y me gustó mucho: una manzana para colgarla en la cocina que sirve para tener bolígrafos y un cuaderno. Cuando lo vieron mi madre y tía me pidieron una cada una.
Me gustó tanto, que ahora me he vuelto a apuntar a las clases en el mismo sitio de nuevo en patchwork porque me sirve para despejarme de mi vida diaria. Hay dos grupos: uno los viernes por la tarde y otros los sábados por la mañana. He tenido la oportunidad de ir a ambos (por razones laborales ya no pude ir al de los viernes y tuve que cambiarme a los sábados) y la gente que va es muy simpática e intentan ayudar cuando la profesora está ocupada.
Durante el verano, había mucha gente mayor y yo era la más pequeña, pero ahora en el grupo que estoy son más joven es aunque sigo siendo la benjamina.
Como trabajo y acabo muy tarde, durante los días de diario no puedo hacer nada; así que solamente hago lo que me da tiempo en las clases. Aún así estoy muy contenta y orgullosa de los trabajos que he hecho: un acerico y un cesto de baño; y el próximo día empiezo proyecto nuevo. Hasta que no se acaba lo que se ha empezado, no se empieza una nueva labor.
Estoy convencida de que a aquellas que les guste la costura y que no hayan descubierto esta nueva modalidad, les va a encantar. ¡Animo a todos a probarlo!
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