Después de estar visitando los santuarios de Braga decidimos volver hacia la zona donde se encuentra la casa, pero no sin antes pasar por un paisaje alucinante de Vila Nova de Cerveira.
Ya el año pasado fui a este sitio puesto que se respira paz, tranquilidad y armonía; así que quería que mis acompañantes experimentaran lo mismo que yo, por este motivo, les dije a Acácio y Gloria Cerqueira que nos guiaran hasta allí.
Subimos una montaña sin pasar por el pueblo, porque mi objetivo era que vieran una isla preciosa que se llama Boega. Mientras íbamos en ascenso con el coche por la carretera se podía divisar muchas cosas preciosas: el parque natural que hay allí cerca, el pueblo, el río Miño... y lo mejor de todo la isla a la que tanto ansiábamos ver. Cuando casi llegamos a la cima, paramos el coche (como hacían otros turistas) y nos bajamos para observar el paisaje que nos rodeaba y disfrutar de aquel silencio que solamente se podría conseguir en un sitio así. ¡Maravilloso!
Nuestros amigos portugueses, nos explicaron que la isla tiene forma de corazón debido a la erosión que tiene con el agua y aunque cueste un poco visualizarlo como ellos dicen, con un poco de imaginación si se puede distinguir la forma.
Boega está bordeada por una hilera de árboles (alisos, sauces y acacias), con su interior forrado con hierbas utilizadas para el pastoreo.
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