Después de visitar Bragança, queríamos ir a Vinhais. Pero al llegar a este pequeño municipio, nos llevamos una desilusión porque no nos gustó mucho, por lo que tras comer nos fuimos rápidamente a Chaves.
De nuevo el paisaje era impresionante entre tanto bosque mientras iba conduciendo. Nos fascinaban los diferentes verdes que encontrábamos a medida que nos acercábamos a nuestro destino.
Cuando llegamos, nos quedamos encantadas con el pequeño pueblito que nuestros ojos veían y enseguida nos entró la curiosidad por ver sus rincones.
Para entrar en el casco viejo, pasamos por el puente de Trajano andando que está situado sobre el río Támega y es un monumento romano que persiste. Fue construido a finales del siglo I e inicios del siglo II.
Fuimos paseando por la Iglesia de la Magdalena, la torre del Castillo, el Largo del Pelourinho y la biblioteca. Durante esta caminata, más que los edificios nos atraía todo lo que veíamos por la calle mientras avanzábamos. Cada casa, cada árbol, cada esquina,... todo era precioso y nos encantaba. Nos parábamos cada dos por tres para fotografiar todo lo que admirábamos. Aún se nos hizo muy corto porque lo disfrutamos muchísimo.
No podíamos entretenernos toda la tarde porque aún nos faltaba otra ciudad por ir y luego al hotel antes de que anocheciera ya que por las carreteras secundarias no quería ir con la oscuridad puesto que no hay luces. Sin duda nos hubiera gustado haber estado más tiempo.
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